El inicio de una afición


No creo que tuviera más de seis años, ya que con una edad superior los recuerdos son más nítidos, pero sí que recuerdo la tarde noche de un sábado en la que acompañé a mi padre a visitar a su hermano Argimiro.
De las imágenes que vienen a mi mente, recuerdo que llegamos a casa de mi tío y éste no estaba allí y mi tía nos dijo que estaba en un garaje que había enfrente de su casa, así que mi padre se aseguró de que estuviera bien abrigado y me llevó con él.
Algo estaba pasando en ese garaje, había muchos coches en la puerta y gente un tanto nerviosa que se limitaban a decir que iban a llegar tarde. Apreté fuerte la mano de mi padre y continué a su lado sin entender nada de lo que allí estaba ocurriendo. Dentro del garaje había un coche con una antena muy larga y en el interior del coche había un hombre que hablaba por un micrófono, lo que llamó tanto mi atención que dejé la compañía de mi padre y con paso temeroso me fui haciendo hueco entre la gente que se agolpaba alrededor de aquel coche. Pude verlo mejor, y mi padre, poniéndose a mi altura me explicó que aquel micrófono que tenía aquel hombre en la mano se trataba de una emisora de banda ciudadana y que se estaban  preparando para irse de cacería.
¿Cacería? Más tarde entre los allí presentes escuché que se trataba de una cacería de zorro. No podía imaginar tantos coches corriendo detrás de un pobre animal,  desde cuándo había zorros en la ciudad. Ya buscaría respuesta a tantas dudas, pero lo que más me interesaba en ese momento era el aparato que mi padre nombró como emisora.
No pasó ni un minuto hasta que alguien me puso delante el micrófono al mismo tiempo que me pedían que hablara, y fue un temeroso “hola” lo que pude pronunciar, pero al momento estaba escuchando que alguien, no sé desde dónde, respondía a mi saludo. Todo estaba preparado, así que todos los allí reunidos tardaron escasos minutos en ocupar todos los coches que a la puerta se encontraban y pude ver que todos llevaban esas antenas tan largas que llamaron mi atención.
Llegó la tranquilidad, allí me quedé junto a mi padre y mi tío viendo cómo casi una docena de coches se iban de cacería. No tardó mi tío en invitarnos a marcharnos a casa, pues allí ya no había nada que hacer y de camino a casa fui dando salida a todas las preguntas que rondaban en mi cabeza y entre mi padre y mi tío fueron dándome respuesta.
Este fue la primera toma de contacto que recuerdo haber tenido con un mundo y con una afición que hoy se ha convertido en mi pasión.
Unos cuantos años después, otro tío mío que se dedicaba al transporte de mercancías por carretera compró un nuevo camión y le pidió a mi padre el favor de rotularle las puertas de la cabina y aunque sé que no está bien que sea yo quien lo diga pero es cierto, mi padre siempre fue un artista con la mano tendida para todo el que se lo pidiera.
Recuerdo que prácticamente sin emborronar una hoja, mi padre dibujó las letras sobre un cartón que posteriormente agujereó para hacer de él una plantilla para posteriormente traspasar las letras a las puertas del camión de mi tío. Cómo lo hiciera o los colores que utilizara no lo recuerdo, pero lo que sí que recuerdo es que se trataba de un domingo por la mañana y fuimos a casa de mi tío “Timio”, y allí en el patio que hay en la parte de atrás de la casa, sacaron el camión. Mientras que mi tío y mi padre se dedicaban a la rotulación del camión, mi primo Roberto me invitó a subir al interior del camión y poniendo la puesta en marcha encendió un aparato del que colgaba un micrófono. Rápidamente pude identificar que se trataba de una emisora de banda ciudadana como la que había visto no hacía mucho tiempo.
Pude escuchar que había alguien hablando y en un momento de silencio, mi primo se acercó el micrófono a la boca y dijo algo así como “Breico Breico” y no tardaron en invitarle a entrar en la conversación. No tenía palabras para expresar la emoción que sentía de ver cómo funcionaba aquel aparato. Al poco tiempo, recuerdo, entró en la conversación alguien que se había perdido al cruzar Salamanca y necesitaba que alguien le ayudara para tomar la carretera de nuevo y en menos de cinco minutos estaba dando las gracias por la ayuda que se le había prestado. Se habían sobrepasado mis expectativas sobre aquello que llamaban “Banda Ciudadana”
A partir de aquel momento lo tuve claro, tenía que tener una emisora y hacerme “radioaficionado”.
Cierto es que mi padre no estaba muy por la labor y cada vez que yo pronunciaba palabras como emisora, radioaficionado, etc… hacía lo posible para sacarme la idea de la cabeza. En una ocasión, recuerdo, me llevó  a hablar su compañero de trabajo Fede, un radioaficionado que me informó de la licencia que se necesitaba, los gastos que ello suponía, los permisos que había que pedir en la comunidad de vecinos… por lo que mis intenciones se enfriaron aunque reconozco que nunca dejaron de latir en mí deseos de dedicarme a esta afición.
Hoy soy padre de familia, el uso de la banda de 11 metros es libre desde el año 2014 y desde hace un par de años he retomado mi interés sobre este mundo que me tiene, como a otros, enamorado. He empezado por la banda de 27Mhz aprovechando que es libre para usarla como trampolín para obtener la licencia que me permita hacer radio en otras bandas